viernes, 16 de enero de 2015

Cuento "La estatua" Gibran Khalil Gibran



La estatua

Vivía hace tiempo en la montaña un hombre que tenía una estatua, obra de un viejo escultor.
La había dejado boca abajo en un rincón de su cabaña, y no se preocupaba de ella para nada.

Pero un día acertó a pasar por allí un hombre que venía de la ciudad.
Como era un hombre culto, al ver la estatua, preguntó al dueño si
estaba dispuesto a venderla.

El dueño lo tomó a risa y dijo:

— Pero, ¿quién va a comprar esa piedra sucia y descolorida?

El hombre de la ciudad dijo:

— Te doy por ella esta moneda de plata.

Y el otro quedó satisfecho y feliz.

La estatua fue llevada a la ciudad a lomos de un elefante. Después de muchas lunas, el hombre de la montaña bajó a la ciudad.

Mientras caminaba por la calle vio que la gente se apelotonaba delante de un edificio, donde un hombre pregonaba a voz en grito:

— ¡Pasen a ver la estatua más bella y maravillosa del mundo! Sólo dos
monedas de plata por admirar la obra de arte de un gran maestro
escultor.

Y el hombre de la montaña pagó dos monedas de plata y entró al museo
para ver la estatua que él mismo había vendido por una sola moneda.

Gibran Khalil Gibran


Debemos preguntarnos ¿Valoramos todo lo que tenemos?

 A veces, no nos damos cuenta de las cosas buenas que hay en nuestra vida.  
 Debemos valorar lo que tenemos: la familia,  los amigos,  la sonrisa de los hijos,  la salud.

jueves, 15 de enero de 2015

El molinero, su hijo y su asno . Una fábula de Esopo.



El molinero, su hijo y su asno. Una fábula de  Esopo.


Un molinero y su hijo llevaban su asno a una feria en la ciudad vecina para venderlo. Ellos no habían andado muy lejos cuando se encontraron con un grupo de mujeres alrededor de un pozo, hablando y riéndose.

 –¡Miren eso!– gritó una de ellas, –han visto alguna vez a semejantes compañeros, andar con dificultad a lo largo del camino a pie cuándo podrían montar sobre el asno?–

El anciano, que oyó aquello, rápidamente hizo montar a su hijo sobre el asno, y siguió andando alegremente a su lado. Poco después toparon con unos ancianos que discutían entre ellos.

–¡Ahí está!– dijo uno del grupo, –demuestra lo que yo les decía. ¿Cuál respeto hay para la vejez en estos días? Vean ustedes esa ociosa tranquilidad juvenil mientras su viejo padre tiene que andar. ¡Baje usted, agraciado joven, y deje al anciano descansar sus  cansados miembros!–

Por aquellas palabras, el anciano hizo a su hijo desmontarse, y montarse él mismo. Y siguiendo adelante, no habían llegado muy lejos cuando  encontraron un grupo de mujeres y niños:

–¿Por qué, usted, viejo perezoso– gritaron varios a la vez, –puede montar sobre la bestia, mientras a ese pequeño pobre chaval le cuesta seguir el ritmo al lado de usted?–

El Molinero bondadoso inmediatamente tomó a su hijo y lo montó detrás de él. Y ya ahora casi habían alcanzado la ciudad.

–¡Dios con ustedes, buenos amigos!– dijo un ciudadano, –¿es ese asno de ustedes?–

–Sí– contestó al anciano.

–¡Oh, no lo habría pensado así!– dijo el ciudadano, –y a propósito, veo que ustedes van encima de él. ¿Por qué  ustedes dos juntos,  no llevan a la bestia sobre ustedes, y no ustedes sobre ella?– 

–Podríamos complacerle– dijo el anciano; –lo intentaremos.–

De este modo, bajando ambos del asno, le ataron juntas las piernas, y con la ayuda de un poste lo llevaban en sus hombros. Cerca de la entrada de la ciudad pasaron sobre un puente. Esta vista divertida atrajo  a la gente en muchedumbres para reírse, y hasta el asno, no gustando del ruido ni del manejo extraño al cual era sujeto, rompió las cuerdas que lo ligaban y, cayendo del poste, todos fueron a dar al río.

Por todo esto, el anciano, fastidiado y avergonzado, decidió que lo mejor era regresar a casa otra vez, convencido de que procurando complacer a cada uno, en realidad no había complacido a nadie, y además de que perdió la oportunidad de vender a su asno.


Puedes aplicar esta fábula a tu vida diaria.

¿Qué es lo correcto?
¿Cuál es tu moraleja?

miércoles, 14 de enero de 2015

Cuento "El hachero esforzado" de Jorge Bucay




EL HACHERO ESFORZADO


—No sé que pasa, gordo. En la “facu” no me va como a mí me gustaría.
—¿Qué quiere decir eso?
—Que mi rendimiento va bajando “sin prisa pero sin pausa”, desde que empezó el año. Mis calificaciones son todos sietes y ochos, quizás algún nueve. Pero en los últimos exámenes, no puedo pasar de un seis. No sé, no rindo, no me puedo concentrar, no tengo ganas.
—Bueno, Demi, también tienes que tener en cuenta que estamos sobre fin de año, quizás necesites un descanso.
—Yo pienso tomarme el descanso, pero todavía faltan dos meses para fin de año, y antes de eso es imposible. No puedo parar para tomarme vacaciones.
—A veces me parece que la civilización ha conseguido volvernos locos a todos. Dormimos de 12 a 8, almorzamos entre las 12 y la 1, cenamos entre las 9 y las 10... En realidad, nuestras actividades las decide el reloj. No nuestras ganas. A mí me parece que para algunas cosas es imprescindible cierto grado de orden, pero para otras es absolutamente incomprensible obedecer el orden preestablecido.
—Todo lo que quieras, pero ahora yo no puedo parar.
—Pero siguiendo, me dices que tu rendimiento disminuye.
—¡Debe haber otra forma!

Había una vez un hachero que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el hachero se decidió a hacer buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.
El hombre entusiasmado salió al bosque a talar.
En un solo día cortó dieciocho árboles.
—Te felicito –dijo el capataz— sigue así..Animado por las palabras del capataz, el hachero se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así que esa noche se acostó bien temprano.
A la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
—Me debo haber cansado –pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear su segundo árbol.
Inquieto por el pensamiento del capataz, el hachero se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer.
El capataz le preguntó:
—¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?
—¿Afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles.
—¿De qué sirve, Demián, empezar con un enorme esfuerzo, que pronto se volverá insuficiente? Cuando me esfuerzo, el tiempo de recuperación nunca alcanza para optimizar mi rendimiento.

Descansar, cambiar de temas, hacer otras cosas, es muchas veces una manera de afilar nuestras herramientas.

¿Cuanto tiempo dedicamos a afilar nuestras herramientas?

martes, 13 de enero de 2015

Cuento "El niño y los clavos"



Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa.

El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca.

Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y le dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.

Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, que sacase un clavo de la cerca.

Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:

- Mira, hijo, has trabajado  duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma.

Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual que una herida verbal.

Los padres, la familia, los profesores y los amigos, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Te  animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter.

viernes, 9 de enero de 2015

Cuento ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?


Cuento  incluido en el libro “Ligero de equipaje”, de Carlos G. Vallés que dice:

Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra.

El vecino que se percató de este hecho corrió a la casa del hombre para avisarle:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes más. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar, ¡qué buena suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?

Unos días más tarde el hijo montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:

-¡Qué mala suerte has tenido!, tras el accidente tu hijo no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.

El hombre, otra vez lo miró y dijo:

-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?

Pasó el tiempo y estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército empezó a reclutar jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al accidentado se le declaró no apto. Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!

Otra vez el hombre lo miró diciendo:
.
-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?
.........................

¿Cuantas veces han salido de tu boca aquellas palabras “hay que ver que mala suerte tengo” por alguna situación o suceso que no ha salido tal como esperabas?

“Todo lo que a primera vista parece un contratiempo puede resultar ser bueno y todo lo que parece bueno puede no serlo”.


jueves, 8 de enero de 2015

Cuento "Las dos hermanas y la naranja"




El ilustre Ben Tahir, guerrero valeroso y hábil gobernante, vivía con sus dos hijas en su hermoso palacio. Desde que ambas nacieron quiso educarlas con inteligencia y sensibilidad, y por eso dejó la educación de las niñas al cuidado del mayor sabio de su tiempo, Abu al Jadá.


Cada mañana, Ben Tahir sonreía contemplando los juegos de sus hijas en el jardín de palacio, y las veía comportarse con elegancia, sencillez y decoro. Pero un día, para sorpresa de todos, las dos hermanas empezaron a pelearse. Sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos, el padre se les acercó a toda prisa y preguntó al maestro Abu cuál era el motivo de la trifulca.Naranjas

- Es por una naranja, mi Señor – le reveló éste.

- ¿Por una naranja?

- Así es, mi Señor. Este año el naranjo nos ha dejado sólo una.

- ¡Pues que dividan inmediatamente la naranja en dos mitades, una para cada niña!. ¡Es lo más justo y equilibrado! – dijo Ben Tahir, sin dudarlo un instante.

Se sentía satisfecho, pues su decisión había sido sabia, equitativa y justa.

Sin embargo observó que ninguna de sus hijas pareció alegrarse con la solución, y ambas se retiraron en silencio a sus habitaciones, tristes y alicaídas.

-  ¿Por qué mis hijas continúan tristes? ¿Cómo es posible? – preguntó Ben Tahir, desconcertado.

El sabio Abu le respondió:

- Quizá el partir la naranja en dos mitades se revela ahora como algo decididamente tonto, Gran Señor.

- ¿Acaso me insultáis?, vasallo.

- No Señor, sólo digo que prestando más atención a sus hijas podría haber alcanzado un reparto mejor.

- ¿Cómo dices, viejo Abu?

De haber preguntado, en lugar de decidir por ellas, se habría dado cuenta que consistía en dar toda la piel a quien de ellas la pretendía sólo para ralladura, y así elaborar un pastel, y dar toda la pulpa a la otra quien deseaba comérsela sin más.

No debemos olvidar que hay diferentes puntos de vista.

domingo, 4 de enero de 2015

El billete de 100 euros



El billete de 100 euros
Oscar, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Emilia en un bar a tomar un café. Deprimido descarga en ella sus angustias: ..Que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación... todo parecía estar mal en su vida. Emilia introdujo la mano en la cartera, sacó un billete de 100 euros. Y le dijo:
- Oscar, ¿quieres este billete?
Oscar, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Pues claro, Emilia...son 100 euros., ¿quién no los querría?
Entonces Emilia cogió el billete en una de sus manos y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña pelota. Enseñando la macerada pelotita verde a Oscar, volvió a preguntarle:
- Y ahora, ¿todavía lo quieres?
- Emilia, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 100 euros, pues claro que los cogeré si me los das.
Entonces Emilia desplegó el arrugado billete, lo tiro al suelo y lo pisó con su pie, estaba después sucio y marcado.
- ¿Lo sigues queriendo?
- Mira Emilia, sigo sin entender que quieres, pero este es un billete de 100 euros y mientras no lo rompas conserva su valor...
- Entonces, Oscar, tienes que saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te golpee o te hunda sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido. Lo que tienes que preguntarte es cuánto vales en realidad y no cómo puedas estar de destrozado en un momento determinado.
Oscar quedó mirando a Emilia sin acertar a decir ninguna palabra mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. Emilia cogió el arrugado billete y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, consérvalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...pero me debes un billete nuevo de 100 euros. ¡Para poderlo usar con el próximo amigo que lo necesite!
Dio un beso a la mejilla de Oscar- que todavía no había pronunciado palabra - y alzándose de su silla se alejó con su atractivo andar, hacia la puerta. Oscar volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó en la cartera y dotado de una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta..."

No olvides nunca quien eres.
No dejes que nadie te haga sentir mal.
Todos nosotros en algún momento nos vemos obligados a relacionarnos con personas grises, negativas, insoportables.

¿Cuantas veces soportas situaciones injustas?.

¿Cuánto tiempo piensas seguir así?

No dejes que nade decida cómo debes sentirte.
Porque nadie tiene tanta importancia en tu vida.
Acepta todo lo positivo, pero rechaza todo lo negativo, lo diga quien lo diga.
Trabaja tu autoestima, demuéstrate a ti mismo quien eres realmente.
Si  lo has olvidado, yo te ayudaré a recordarlo,
Si no lo sabes todavía, yo te ayudaré a descubrirlo.


Trabajo con personas que se comprometen porque quieren mejorar,
que saben que valen mucho y no pueden consentir que ningún resentido les amargue la vida.
Trabajo con personas que saben que cuando se comprometen, el cambio es inevitable.